lunes, agosto 28, 2006

La Luz

La noche se cierne sobre mi, el resto del mundo sigue la luz del sol, yo no. Y no es porque sea especial, más bien porque no lo soy. Desafié a la luz, y ahora la penumbra es mi compañera. El sol aun se ríe de mi, es como Poseidón al ver a Ulises atacando a su hijo, nos odiamos, pero yo necesito la luz para vivir, y él a mi no me requiere para nada. No debí hacer aquello... pero es cierto, odio el calor abrasador que desprenden las estrellas, y por ello adoro a la luna, cuya luz tenue es perfecta para todo, menos para leer y escribir. El problema es precisamente ese; soy escritor. La luz artificial hace semanas que no me funciona, las velas se niegan a encenderse y ya no sé qué hacer. Mis editores están enfadados conmigo, porque no avanzo en mi nueva novela, no tardarán en despedirme si esto sigue así. Le he pedido perdón a todas las estrellas y en especial a la nuestra, pero no existe la piedad en sus temibles llamas.

Dejo la soledad, cojo mi abrigo y me voy al bar de la esquina. Me abrazo a la jarra de cerveza y empiezo a beber, el alcohol ahoga mi espíritu antisocial y las lágrimas ceden a mi alma cauta. Quiso la luna personificarse en una preciosa poetisa para arrancarme también la luz del corazón. Como Ulises frente a Atenea, mi boca sonríe e inclino la cabeza ante tanta hermosura. Ella, no bastándose con mi corazón, une sus labios a los míos para atravesar mi estómago con un rayo que, aunque electrificante, me causa una sensación de vivacidad y placer inusitado en un escritor de escasa comunicación como yo. La miro con ojos vidriosos de lágrimas y alcohol, su mano roza la mía, me aferro a ella como si fuera mi diosa amante, y su sonrisa hace que el mundo entero quede inundado de una ligera luz plateada que guía los pasos de un mediocre escritor errante, descarriado, perdido e inútil. La inspiración cae sobre mí, como le aconteció a Shakespeare al quedar prendido de aquella hermosa mujer. En sus ojos cristalinos leo las palabras perfectas para describir todos los sentimientos que por mi cabeza pasan, las frases fluyen de mí con una cadencia exacta, caen sobre el papel al igual que sus brillantes cabellos color plata se arrastran por mis entrañas y miles de ideas atraviesan mi cabeza con cada caricia de sus manos blancas, inmaculadas como el mármol, cálidas como el sol en agosto, pero gratificantes, hipnotizadoras, delirantes...

Despierto en la cama, y a mi lado descubro un gran vacío, toda sensación de levitación desaparece, poco a poco mi sonrisa se transforma en una mueca de pesar ¿Y mi cartera? En la habitación descubro que faltan todos mis objetos de valor. ¿La luna es puta? ¡Maldita sea!

Enciendo el ordenador y con gran alivio compruebo que la novela está terminada; mi obra maestra. Creo que esta noche volveré a ese bar...
¿El sol me ha guiñado un ojo?

-- por Elisa.

3 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
marcos dijo...

Obligatorio dar la cara si el comentario no va dirigido a uno de los responsables del blog...

marcos dijo...

Querido usuario anónimo:

No es conveniente realizar critica destructiva dejándose llevar por sentimientos desubicados, desatendidos. Pararte deberías a mirar lo que observar no sabes y detenidamente fijarte en lo que en los textos se dice. No todo está a simple vista y solemos disfrutar encontrando pero no buscando.

Es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio.